viernes, 1 de mayo de 2020

Dos fotos. Dos actitudes




Dos fotos. Dos actitudes que no pueden ser más distintas respecto al sentimiento que causó Susana en su final. Ambas dicen mucho de las personas que las hicieron y muestran como son humanamente  sin decir nada concreto. Y también dicen mucho sobre la confusa relación que tenía Susana con sus familiares y como ésta en muchas ocasiones era más que complicada

Prácticamente fueron hechas ambas en las mismas fechas, a mediados de septiembre de 2019, y pertenecen al Instagram de Maria Carolina Durán y al del cuñado de Susana, Eduardo Reina.

Pero el sentimiento que transmiten no puede ser más distinto

En la primera Maria Carolina muestra un semblante eufórico. Está de celebración en Cali, (¿celebrando qué exactamente?). Más feliz y contenta que nunca por librarse de su madre a la que tanto odió toda su vida, celebra su final con una fiesta bailando salsa en el club de campo Los Arrayanes. Creo que puedo hasta identificar a su acompañante pero ésto es irrelevante.

Prácticamente en el mismo día, su hijo, pese a saber en reiteradas ocasiones lo que su madre quería que se hiciese o no se hiciese con sus cenizas , acaba haciendo exactamente lo que Susana no quería que ocurriese. Que esas cenizas fueran arrojadas al mar, en Colombia, algo que para ella equivalía a ser arrojada a la basura.

Sus hijos sabían lo que quería Susana. Yo se lo dije también. De nada sirvió. Su insulto final. Su muestra final de desprecio fue ser lanzada al mar. El insulto final.

La hija ni siquiera se tomó la molestia de acudir a esa pantomima. No quería ni siquiera disimular que no sentía el menor sentimiento por la pérdida de su madre  y prefirió una juerga en Cali.

A mi, a quien como ya he explicado se me mantenía un odio enfermizo por parte de ambos, y que incluyó amenazas de muerte explícitas debido a que al salvar la vida de Susana en 2015 había impedido un negocio inmobiliario que ambos hijos pretendían hacer con el patrimonio de su madre, ni siquiera se me comunicó este hecho. Como tampoco se molestaron en comunicar la muerte de Susana a la legalidad española, para así poder cobrar ilícitamente la pensión de ella que equivale a dos salarios mínimos colombianos , un fraude flagrante que muestra el escaso apego por el respeto por la ley de ambos granujas. Aún así recibí imágenes de esa pantomima, muestra del desprecio que no pocas personas que participaron en ella tenían por Susana,  y entre ellas esta foto


Esta foto es la misma que acabó en poder de Eduardo Reina y Clara Inés pocos días después. Sus hijos, ni siquiera tuvieron el más mínimo interés por ella, algo más que comprensible para mi

La foto de Eduardo Reina, en su Instagram con el lacónico pié de "QEPD" porque no había necesidad de decir más, muestra una composición muy hermosa, con una vela frente a ella, rosas blancas, sus favoritas y girasoles.

Creo que había más amor en esa imagen por parte de su cuñado, que en muchas palabras huecas y ridículas de miembros de su familia que, tras despreocuparse desdeñosamente de Susana durante la práctica totalidad de su enfermedad tras su muerte lloriquearon lamentaciones histéricas que no sentían realmente, y por supuesto que en sus hijos, que tan objetivamente mal la trataron, antes, durante y al final de su enfermedad

Yo sé que jamás pisaré Colombia. Por razones obvias mientras Maria Carolina esté viva, o su hermano habría muchas posibilidades de que me asesinasen si lo hiciese. Por eso Colombia difícilmente será para mi un país merecedor del menor de mis afectos, pero no puedo por menos agradecer a Eduardo Reina ese gesto tan sencillo y a la vez tan hermoso.

Gracias

No puedo evitar recordar que en su último cumpleaños, a Susana se le ocurrió que se diseñase un diploma de hermano, para entregárselo en persona por su aniversario. El diploma lo diseñé yo, su impresíón la pagué yo, y me demostró que Eduardo Reina, realmente sentía más afecto por Susana que más de uno de sus hermanos y era un afecto más sincero y hermoso. Por eso, debo reconocer que me entristece profundamente su enfermedad y la lamento de corazón.

Supongo que parte del mérito de conservar ese recuerdo en su casa es de su hermana Clara Inés también. Ahora bien. COnfieso que nunca llegaré a entender las complicadísimas relaciones entre ambas, que se originaban mucho tiempo atrás. Quisiera creer que realmente quería a Susana y que sus lágrimas el día de su final, eran sinceras. Aunque hubiera diferencias muy concretas entre ellas por hechos que nunca se hubieran debido producir, y creo que ella sabría  que a lo que me refiero. Para decirlo con más claridad. Susana sabía todos los detalles de la fuga de su hija a mediados de los 90, en que casas de familiares recibió cobijo, pero éstos no sabían lo que Susana sabía, y optaron por no decirle nunca la verdad de aquel suceso, ni por supuesto pedirle perdón. Y Susana murió con esa tristeza

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