martes, 10 de diciembre de 2019

Mayo 19 Viaje suicida a Colombia


Durante mayo de 2019, no logré acabar con la dependencia enfermiza que sentía Susana por su familia haciéndole entender que ese absurdo viaje a Colombia para la boda de su sobrina era una completa aberración.

Ella ya se había gastado cerca de 500 euros en toda clase de cosas para ese viaje, incluido un absurdo vestido de cóctel (?) de color rosa que finalmente ni siquiera se llevó; cerca de 250 euros en un regalo de la tienda de la calle Escudillers, consistente en un elefante hecho a base de "trencadís" gaudiniano para poner las llaves, cerca de 100 euros en un tocado para el pelo (¿?¿?) , y que yo sepa además unos 200 euros en un abrigo de color negro, posiblemente el más absurdo de todos, teniendo en cuenta que la ceremonia era en Santa Marta, una de las localidades más cálidas de Colombia. Y ésto que yo supiera, aparte de diversos detalles puntuales para varios miembros de su familia, y como realizaba siempre que viajaba, para el personal de servicio de sus hijos, a los que se creía obligada a "agradecer" con dinero y regalos trabajar para ellos - (Esto es particularmente sangrante, para que quede claro, lo que digo, Susana aceptaba dócilmente que durante la mayor parte de su enfermedad sus hijos NO la ayudasen porque económicamente NO podían permitírselo, pero ambos SÏ se podían permitir servicio domestico cuyos ingresos tenían que ser complementados por Susana cada vez que viajaba a Colombia. Así de absurda, surrealista y disparatada era esa situación, aceptada desvergonzadamente por sus hijos)

Aquí para mi horror habría que añadir que "alguien" le había empezado a meter en la cabeza la idea de trasladarse a vivir a Colombia indefinidamente, o cuanto menos seis meses al año. Semejante estupidez significaba en la práctica renunciar definitivamente a los tratamientos (exactamente lo que su hija -hablando en nombre de ambos hermanos- le pidió que hiciera en diciembre), y por tanto acelerar al máximo la para sus familiares deseada muerte.  Yo, lógicamente ni siquiera se me pasó por la cabeza acompañarla. El gasto era para mí prohibitivo -su familia ya contaba con ello- pero además yo seguía sintiendo un claro pero indeterminado a la vez sentimiento de desconfianza hacia esa familia que me hacía temer abiertamente que si yo ponía los pies en Colombia, muy probablemente sería asesinado sin contemplaciones. Eso se convirtió en una amenaza literal y tan explícita y clara como suena en agosto, cuando la hermana (chiflada) Luz Angela tuvo el detalle de reconocerme el odio que la familia sentía por mi (sorpresa para mi, ninguna) y que (la familia, -"la famiglia") había dispuesto diversos "guardias armados" con órdenes de enfrentarse a mi (presumiblemente a tiros) en la calle de Bogotá si yo me acercaba al que acabó siendo el lecho patibulario de Susana en casa de su mala hija).

Sé que hice bien al no poner los pies en ese país, por el que probablemente jamás tendré el menor de los afectos, ya que la peor gente y la de más nefasta ralea que he conocido en mi vida es colombiana.

En las semanas previas a ese absurdo viaje, Susana empezó a tener problemas en sus facultades motoras cada vez más frecuentes. Ella lo sabía; a su familia se lo comunicó ella y se lo comuniqué yo, pero todo fue inútil. Sólo sirvió para cambiar el absurdo itinerario de ese viaje suicida ampliando el número de escalas que tenía que hacer en Estados Unidos, creo recordar de una a  dos, para aumentar la seguridad de que el viaje fuese lo más destructivo posible para su vida. De hecho, estuvo casi cinco días dando tumbos por varios aeropuertos antes de llegar a Bogotá. Fue un milagro que sobreviviese a ese deliberado calvario

En la última semana por ejemplo previa a su suicida viaje, que yo cada vez más veía claro que era una mera excusa para acelerar su muerte recibimos la noticia de que había empeorado en cuanto a sus defensas y a sus plaquetas como dicen los análisis de sangre efectuados, que convertían ese viaje en totalmente no recomendable desde un punto de vista médico. Su familia indiferente. Y ella también. A mí cada vez más, Susana me empezó a dar a sensación de ser una suicida que quería acabar con su vida y no sabía como hacerlo.De  hecho por lo que me comentó y oí que me comentaba, había quien (desde Colombia) en esas fechas le plantó en su cerebro  desde estas fechas la idea sutl de que el final de su enfermedad sería tan doloroso y cruel como el que tuvo su madre en una modesta clínica bogotana en 2010. La idea era retorcidamente perversa ya que partía de una hipóesis racista y falsa y es que en Barcelona la calidad de la atención sanitaria en 2019 era equivalente a la de la clínica bogotana citada de diez años atrás-

(Respecto al tema del suicidio, en la documentación encontrada entre sus efectos que NO fueron robados de mi domicilio en agosto figura la constatación manuscrita de que realizó dos intentos de suicidio, que aunque no puedo establecer con precisión las fechas, uno de ellos se produjo alrededor de la fecha de sucumpleaños 53, en el  verano 09, y el segundo alrededor de unos graves sucesos que se produjeron hacia primavera 13)

En esa última semana previa a su viaje, yo permanecí toda la semana despierto, ya que en cinco de los siete días previos a su suicida viaje se cayó durante la noche. Insisto en que su familia LO SABIA.. Pero nada hacía cambiar su absurda decisión de  viajar costase lo que costase.




Estos dos incidentes son anteriores a los días previos al viaje pero son exactamente iguales a los que sufrió en la última semana  previa al mismo, con una pérdida de sus facultades motoras debido a una importante caída de sus defensas, con el agravante que se produjeron casi todas las noches, siendo prácticamente imposible levantarla del suelo. A mí me causaba un terror absoluto, una impotencia total y aunque aparentaba no darle importancia, se la daba y mucha. Su insistencia en hacer ese viaje absurdo equivalía para mí, a un intento de suicidio encubierto, ante el que aparentemente yo no podía hacer absolutamente nada. Insisto que su familia sabía esto, vió ésto y ésto no le importó lo más mínimo. A este nivel llegaba el odio que le tenían 





Para mí, tanto el insomnio, por tener que estar vigilante por ella no sólo durante el día sino durante las noches, me desmontó por completo anímicamente. Recuerdo la última noche que estuvo en el suelo, tratando de levantarse -no quería que yo lo hiciese ni quería que llamase al 061-, uve un ataque de llanto inconsolable. Yo no podía parar de llorar como hacía mucho no me había pasado y de repetir "No puedo más, no puedo más".

Le ofrecí acompañarla en bus, ya que ni siquiera tenía para pagar los viajes al aeropuerto en taxi; de hecho hizo tres intentos consecutivos para hacerlo; todos ellos desplazamientos en taxi a mi cargo (ida y vuelta 90 euros)  pero siempre llegaba tarde. Creo que de alguna manera subconscientemente esperaba que la rechazasen en el aeropuerto y no tener que hacer ese viaje ridículo.

El último viaje no quiso hacerlo en bus, pero yo ya  no tenía con que pagar un taxi, pero a ella, decidida hasta la obcecación por satisfacer el capricho de sus hijos de jugar con su vida, quiso tomarlo y salir sin pagar. No la quise acompañar, para no pasar encima por el bochorno de una discusión (lógica) con un taxista furioso que habría querido cobrar como fuese. Recuerdo que incluso tuve un ataque de ansiedad en la calle, y creo que hasta me sorprende que no tuviese un infarto. Estuve varias horas en la escalera, incapaz de subir a casa, hiperventilando, convencido de que había sido cómplice del suicidio de Susana, o cuanto menos de su homicidio a manos de su familia.

Cuando llegué a casa, encontré tanto su pasaporte como el billete de avión. No me preocupé porque pensé que la compañía aérea no la dejaría subir. Craso error. Ni siquiera tenía la ESTA para entrar en Estados Unidos. Estuvo sin dar señales de vida varios días hastA Que finalmente me hizo saber que había llegado a tiempo para participar en aquel absurdo circo

Creo que es entonces cuando empecé a asumir su muerte, su autodestrucción , o su homicidio a manos de su familia como algo dolorosísimamente inevitable



Esta fue la primera vez que Susana se saltó uno de los tratamientos. Éstos debían hacerse necesariamente con una extracción de sangre previa (aquí está la citación) pero Susana, obedeciendo las órdenes autodestructivas de sus hijos decidió saltarse este tratamiento. A la siguiente extracción , ya en junio quince días después, sus defensas y plaquetas habían mejorado, pero para la doctora fue una pésima noticia que se saltase el tratamiento previo. Aquí fue cuando una enfermera me indicó que Susana "bajaba los brazos ante la enfermedad". La realidad era muchísimo más grave. Estaba obedeciendo las órdenes de su familia, especialmente sus hijos, para autodestruirse. Y yo no sabía que podía hacer al respecto. Excepto estar muy furioso, triste e indignado.
Tres meses después de esta indignidad se produce la infamia final ,en la que superándose a si mismos llegan a la calumnia máxima , acusándome a mi de no haber tratado bien a Susana (¿?¿?) cuando ellos se habían esforzado durante añós para destruirla.
Ni olvido ni perdón

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