martes, 10 de diciembre de 2019

Madrid Enero 19

El último año de la vida de Susana no podía empezar peor, con las más amargas fiestas navideñas que yo recuerdo haber vivido y haber concebido posibles. 

Susana estuvo desde el 18 de diciembre hasta el 23, en cama, en un estado de postración y de tristeza absolutos. No dejaba de comentar en llamadas telefónicas lo que había ocurrido con su hija, que había llegado a Barcelona únicamente para comunicarle su deseo de verla muerta y pedirle que renunciase a tratamientos y se abandonase definitivamente a morir

Ya en ese momento estoy convencido que  Maria Carolina Durán sabía que la populista candidata a la alcaldía Claudia López le había ofrecido un cargo en su administración (¡Pobre Bogotá!) y estoy convencido que eso se lo había ocultado a su madre. El motivo es claro. Si Susana seguía viva cuando se produjese el nombramiento de la mala hija, ésta debería cursar un informe de incompatibilidades  que todos los funcionarios deben cursar, e informar de los ingresos de éstos, hijos, colaterales y ancestros y con toda seguridad habría sido embarazoso el riesgo de que alguien hubiese descubierto que la flamante secretaria de desarrollo económico tenía una madre enferma en España de la que se había desentendido ostensiblemente, en deliberada e ilegal dejación de sus responsabilidades filiales (establecidas claramente por la legalidad colombiana). De ahí el interés de la hija por acelerar la muerte de su madre

Yo recuerdo que incluso tuve que estar vigilando esos días ante la posibilidad verbalizada por Susana de quitarse la vida, dada la gran cantidad de medicación que tenía a su alcance. Además estaba convencido que ese odio profundo le causaba no sólo una profunda tristeza emocional sino también una pérdida absoluta de las ganas de seguir viviendo, un impacto psicológico demoledor, que a su vez era recogido por toda su familia con una espectacular indiferencia

La sensación de impotencia ante todo ello que yo tenía era crecientemente angustiosa para mí. Cada vez más tenía claro que el problema número uno de Susana no era el cáncer -por lo que todo lo que hiciera para hacerle más llevadera la enfermedad era inutil- sino una fría y calculada capacidad de sus familiares para mostrarle su odio en casos concretos y en otros una indiferencia que para Susana era tanto o más dolorosa  

El 23, sin una sonrisa, accedió a levantarse de la cama-, vistiendo, como haría todas las fiestas su camiseta de Viena, un detalle que me parecía profundamente simbólico-. Le fui a buscar un vino que le gustaba, del Empordà, llamado Cop de Vent -no precisamente barato-

Pero la tristeza seguía allí, y yo veía sin poder hacer nada al respecto, que literalmente, como me dijo una enfermera del Clínic, "había bajado los brazos" ante la enfermedad. Se estaba rindiendo ante mis ojos, estaba obedeciendo la voluntad destructiva y matricida de su hija



Mentiría si no reconociese que en este momento empecé a sentir más que nunca un rencor absoluto hacia estas personas, que habiendo podido hacer tanto por Susana, en realidad se esforzaban de forma incansable para lograr su muerte como fuese


Cantando villancicos en nochebuena. 

No se si es impresión mía pero con una cierta sombra de tristeza en la mirada






En la mañana del día de nochebuena, comiendo una bandeja paisa en un restaurante colombiano, Mi Tierra. Quiso específicamente que saliese en la foto la bolsa colombiana, ella, yo y otra persona sabemos porqué era importante ese detalle. Pero ni una sonrisa

 Durante su postración le hice a toda prisa un pesebre enorme, yle pedí que colocase la última y más importante pieza. 

Eso la animó incluso a cantar villancicos, pero aún con un fondo muy triste





Para tratar de animarla la llevé al concierto de valses del Palau de la Música. 

Era la segunda vez que íbamos, y como sucedió en la primera, para mi irritación, uno de sus temas recurrentes de conversación, en un bucle inacabable era el odio enfermizo que le tenía su hija, de la que no nos podíamos librar ni por accidente





En Nochebuena, una cena especial. Personalmente yo ya estaba agotado, porque no daba abasto a apagar tanto fuego simultáneo y sobre todo porque veía que su familia le mostraba abiertamente un desdén que le dolía profundamente, y aunque no lo reconociese era una amenaza para su salud tanto o más grave que el tumor





Durante días , de manera también en bucle recurrente, Susana veía una y otra vez la película Billy Elliot, que por algún extraño motivo le producia una completa fascinación.

Enterado de que en Madrid era una obra de teatro, le ofrecí que fuéramos a verla. Le entusiasmó la idea y por fin pareció superar su inconsolable angustia. La perspectiva de pasar la nochevieja en Madrid era imposible ya que el precio era más que disparatado, por lo que tuve que buscar como alternativa la primera semana de enero

En Navidad fuimos a comer, tras muchas dudas de su ánimo, al restaurante Galiza, en la calle Cardenal Casañas, donde habíamos ido muchísimas veces. La reserva fue tan a última hora que no siquiera les quedaba comida cuando fuimos, por lo que tomamos  solomillo poco hechos que nunca me había parecido tan exquisito




Nunca me imaginé que sería la última navidad, pero en el fondo era de temer que fuera así. El esfuerzo de su familia por acabar con ella más pronto o más tarde daría frutos

 Quiso -¿premonición? que nos tomásemos unas fotos en la puerta del restaurante

La nochevieja en casa.

Yo seguía percibiendo una sombra de tristeza evidente, pero ella hacía todo lo posible por ocultarla






Sigo pensando lo mismo que publiqué en el post de octubre 16 en Andorra. Qué felices habríamos sido sin su familia, o cuanto menos sin una familia que no la odiase o la despreciase tan profundamente



Siempre dispuesta a ocultar su tristeza con bromas




En Año Nuevo en Can Soteras, un restaurante de Paseo San Juan esquina Diagonal que siempre era su preferido para celebraciones. No imaginé que era su último Año Nuevo

Aquí yo ya tenía una sensación inquietante. No paraba de hacer todo lo que estuviera en mi mano para que estuviese feliz y contenta, pero todo ello con un coste económico que empezaba a ser exorbitante y todo ello con una familia, la de Susana que parecía esforzarse todo lo que pudiese para hundir su ánimo



Disfrutando de su regalo de reyes, un boligrafo con su nombre grabado. Le hizo mucha ilusión. Fue una de las cosas que me fueron robadas de mi casa en agosto




Ya en el Ave camino de Madrid





Ya en el Hotel, cerca de Atocha, el Rafael Hoteles






Muchísimo frío en Madrid. Susana notablemente cansada, como con las pilas gastadas. Yo no sabía si las físicas o las emocionales. O quizá ambas


 Merendando junto al hotel con dos amigas. Una de ellas María Jesús.

Por cierto, para mí no deja de ser chocante esta imagen. Creo que era completamente lógica que ambas, ante la posibilidad de ver a Susana -y sabiendo que estaba enferma- fueron ELLAS las que se desplazaron donde ella estaba, y no le plantearon que fuese ella la que se desplazase donde vivieran ambas. Parece una obviedad, pero varias de sus amigas colombianas, cada vez que Susana hacía uno de sus absurdos viajes a Colombia le planteaban por activa o por pasiva que era ella la que se tenía que desplazar y mover para verlas, y no al revés. Yo honestamente, pensé que en más de un caso -no todas- veían a Susana como una muerta de hambre y por ello era ella la que se tenía que desplazar para verlas. Insisto que hubo casos en los que esto no era así, pero no fueron la mayoría


En el metro hacia la Puerta del Sol y el AYuntamiento. Yo reconozco que me sentía realmente cansado, anímicamente por todo lo que había pasado en las semanas anteriores. Para mi  desconcierto. sólo me faltó que visitásemos el Corte Inglés de Sol,  y allí decidió que quería  escoger un regalo para Maria Carolina quesupuestamente debía pagar yo, a lo que me negué rotundamente-. Habíamos vuelto a la normalidad y para Susana eso significaba la más absoluta cerril y dócil sumisión hacia su hija a ver si así volvía (milagrosamente) a querer a su madre. Para mí era desesperante. De ahí mi cara en esa foto



Camino del Museo Thyssen en el Prado. Quiso entrar, pese a estar muy cansada, pero sólo aguantó una sala. El coste de la entrada a mi bolsillo, y esto también contribuyó a agotarme anímicamente




Ya en el teatro.
Aquí sucedió un incidente que me alarmó muchísimo y me alteró bastante.
Teníamos que hacer cola para entrar antes de que acabase la sesión de tarde y Susana decidió ir hasta una farmacia a comprar Paracetamol, que inesperadamente se le reveló como una urgencia inexcusable. Yo creía que al fin y al cabo en el teatro no la necesitaría pero fue en vano. Le sugerí que yo iría pero quiso ir ella sola, y que yo me quedase en la cola. La farmacia estaba en línea recta unos 200 metros. Pasó el rato y no regresaba.

Me alteré mucho ya que llegué a temer que le hubiese ocurrido algo. Fui corriendo hasta la farmacia cuando ya estaban los espectadores dentro, y me dijeron que Susana se había ido hacía rato. Al parecer salió a ver tiendas de ropa en un establecimiento próximo, se desorientó y tardó en encontrar el teatro nuevamente. El susto que me dió fue de campeonato. Yo aqui ya tenía la sensación de que estar las 24 horas vigilándola más o menos discretamente para que no le ocurriese nada y eso era muy tensionante-

LA obra le gustó muchísimo, aunque yo lamenté que la visibilidad de las localidades fuese muy baja. En el intermedio sin embargo, la misma Susana de siempre se ocupó de buscarnos unas localidades más próximas al escenario que estaban vacías, y aunque la acomodadora no lo veía nada claro, acabó aceptando que las ocupásemos



Buena parte del viaje se lo pasó chateando incansablemente y desconcertantemente para mí. Esta es la última imagen de su bolso y su móvil . Al día siguiente fuimos a la Casa de Campo



Ella, chateando compulsivamente, y en el lavabo de la estación de funicular se olvidó bolso, tarjetas, DNI, etc.

No me di cuenta hasta la salida del Restaurante Casa Valencia, donde comimos una exquisita paella, por cierto muchísimo más barata que en Can Soteras, y con una amabilidad  y cortesía del personal que fue más que excelente. Me llamó mucho la atención también que tanto un portero de una finca próxima como el taxista que nos llevó a la estación de Atocha fueron más que amables, incluso llamando desde su móvil al telefono de pago del BBVA para anular la tarjeta bancaria

Para mí fue un viaje ambivalente. Tenía la sensación de que si su motivación era animarla para que superase la decepción y la tristeza del odio de su hija no había funcionado del todo.

Además la sensación de tener que estar siempre atento a que no perdiese nada, que  no se desorientase, que no se diese cuenta que le estaba encima, era agotadora , sobre todo viendo como no dejaba ni un instante de chatear obsesivamente por todo y con todos

Unos días después su hijo le anuncia que le ha comprado un móvil Samsung. Para Susana parecía que fuese el mejor regalo que le hubiesen hecho en años, pese a que su coste, dicho sea de paso era de una quinta parte de lo que había pagado por el viaje a Madrid

Durante enero y febrero en varias ocasiones se produce un incidente bastante desafortunado más de una noche, sobre todo las de los viernes. Maria Carolina, llama a su madre a sus 10-11 de la noche, hacia las cinco de nuestra madrugada, siempre bebida, para farfullar toda clase de disparates, a veces simplemente tonterías sin sentido y como sucedió a principios de febrero, con una conversación a las 4,30 de la madrugada para comunicar a su madre -siempre usaba el manos libres por lo que yo me enteraba de todo- lo siguiente:

"-Mami, tengo que comunicarte una cosa importante.
-Ha pasado algo a los niños nena, estás bien?   (Está bebida)
-Mami, he tenido una visión y quiero comentártela.
- Una visión?
-Me he dado cuenta que Simón (su ex marido) no va a dejar de querer a su madre,  al menos durante los próximos seis años
-Nena estás bien?
- Recuerda esto mami, seis años y su madre dejará de ser importante para él (Maria Carolina no había podido aceptar que Simón por fin reuniese el valor para abandonarla y buscarse una mujer de verdad, no una lunática ydejase de excusar su presencia en Ibagué para cuidar de su madre, a la que Maria Carolina detestaba con toda su alma acusándola de borracha -le dijo la sartén al cazo- casi con toda seguridad falsamente, y probablemente no dejaba de rumiar maneras de seguir dominándolo)
Y colgó

Yo no pude evitar quedarme más que furioso con estas chaladuras familiares cada vez más frecuentes. Ni que decir tiene que sacar de la cama a una enferma Susana a las cuatro de la madrugada le importaba un carajo.

O a mí.






El 19 de enero se produce un atentado en una escuela de cadetes de la policía nacional en Bogotá. Murieron 19 de ellos.
Para Susana, que seguía siempre todas las noticias de Colombia, fue una noticia traumática -una más desde  los últimos dos meses-. Parecía como si todo se lo tomase a pecho, como si ella fuese parte afectada. Esto no le iba nada bien ni a su ánimo ni a su salud, pero aquí, siete meses antes de sufrir el accidente cerebro vascular que la dejó en estado vegetativo, -para complaciente indiferencia de sus hijos- estaba con fuerzas, con ánimo para coger su bandera colombiana e ir al restaurante Mi Tierra, en Urgell Diputación para mostrar ante sus compatriotas su tristeza.

Así era mi amorito

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