martes, 10 de diciembre de 2019

Viena agosto 18

El 11 de agosto de 2018 quise ofrecerle a Susana nuevamente una estancia en Viena, su Viena, nuestra Viena, para regresar no sólo a la casa de Freud, sino también a la casa que parecía a punto de inaugurarse -finalmente estaba cerrada ese agosto por una remodelación- de Viktor Frankl.

Frankl, creador de la doctrina de la logoterapia era otro de los grandes intereses intelectuales de Susana en Viena. Su casa museo estaba en Marianengasse 1, en el mismo barrio universitario donde está Bergasse 19, la casa museo de Freud, muy cerca de "nuestra casa"en Viena, el Hotel Atlanta, en Wahringer Strasse, junto a la Facultad de Medicina





Pelotas de golf para su yerno. Pagando yo



 Llegamos al Hotel Atlanta, en Wahringer Strasse

Me entristeció no poder acudir a la casa del dr Frankl, pero hubo algo en los días previos que lo entorpeció todo.  Cuando yo ya tenía pagado el viaje, la estancia  y las salidas por la ciudad, Susana decidió que no quería ir y por tanto que lo anulase todo. Anulé prácticamente todo, excepto el viaje en avión, asumiendo unas pérdidas de cientos de euros, sin entender el motivo de esa estrambótica exigencia, que yo sospeché que le fue inducida desde Colombia, pero tras anularlo todo, decidió que dado que no podía anular el viaje en avión, lo podíamos aprovechar y recontratarlo todo (!). Lo acabé recontratando casi todo pero no negaré que el coste fue  más que astronómico.




Una de las cosas que no pude recontratar fue un concierto de valses en la MusikVerein de Viena, que tuve que sustituir a toda prisa por un crucero por el Danubio. Llegamos justo a tiempo para tomar el barco, que se dirigía hacia el este de la ciudad, casi hasta el límite de Viena, coincidiendo con la ruta del ferry a Budapest.



Fue un viaje muy agradable, hasta la puesta de sol. Tuvimos dos paradas obligadas debido a las esclusas del río que permitió alterar la altura de la navegación del barco dos veces,  y aunque no pudimos contratar la cena a bordo, ya que habríamos perdido el barco, acabamos cenando de la manera más surrealista. Susana entabló conversación con el cocinero, que sólo hablaba alemán, y entendía -deducía-a duras penas inglés, nos acabó sirviendo una cena de dos huevos sobre un pan de Viena (como no) que en la ciudad, por cierto , averiguamos se llama "KaiserSemmel", junto a dos piccolinas de vino espumoso italiano. Dificilmente me imaginé una cena mejor











 



 




El 12 de agosto, el día de su cumpleaños, como no podía ser de otra manera bajamos por Wahringer Strasse en dirección a Berggase pasando por edificios de la Viena señorial, como la Facultad de Medicina






Y otra vez en el Cafe Freud, en Berggasse 19



En una panadería próxima encontré lo que en Viena, llaman a lo que aquí conocemos como el pan de Viena, el Kaisersemmel




Y llegamos a Berggase 19. Regresando a casa





Otra vez en el recibidor de la casa

Y aquí en la sala de espera
Me insistió mucho que fotografiase esto. ¿Premonición?





                                       


Mmm. Qué pongo esta vez?
Ah, ya sé


A la salida de Berggase, regresando al hotel, acabamos perdidos por las calles de la Viena universitaria








El cumpleaños feliz cantado en el mejor lugar posible, la pastelería más importante de Viena, la Sacher, donde se creó el pastel mundialmente famoso -y caro- del mismo nombre

A los pies de la imagen de Sissi, a tu derecha






No conseguí que pidiese el Sacher oficial . Lo que pidió no le gustó nada. En fin

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En la Viena de los palacios








13 de agosto:


Frushtuck, desayuno en el hotel


Esa última mañana en Viena quise que la pasásemos en el Parque de Atracciones del Prater. En el viaje anterior Susana no quiso subir a la noria (?) pero quise que esta  vez fuese distinto

Creo que fue uno de los días más felices que yo recuerdo. Subimos a un montón de atracciones. Susana fue feliz en todas ellas e incluso repitió en alguna, como un "tren de la bruja" algo desastrado, sin importarle que fuese una atracción para niños.

Disparamos en varios tiro al blanco, y lo hicimos tan mal que en dos de ellos nos dieron un obsequio como consolación.

Su imagen, feliz y sonriente en la noria es la que conservo desde entonces en el fondo de pantalla del móvil

Ese día recordé que hacía sólo ocho días nos habían dicho que el tumor parecía haber crecido en la última resonancia. Por eso, Susana quedó tan alterada que en un primer momento no quiso hacer el viaje, pero después (después de que yo anulase todo y perdiese una fortuna) si lo quiso hacer. 

Me estremeció esa fortaleza que demostraba ante aquella nueva adversidad.

A la salida le sugerí que en el próximo viaje podríamos hacer... no recuerdo qué. Sin perder la sonrisa me dijo abiertamente. -Ojalá, pero creo que yo ya no estaré- Y eso aún me estremeció más

Sólo un año después, día por día, Susana emprendía su último viaje, a su Santa Elena napoleónica particular, la guarida de su hija, sabiendo, y siendo consciente que seguramente, su hija la maltrataría como así fue (esa es la única conclusión racional que se extrae de la documentación médica de lo sucedido) .. Eso fue lo último que me dijo en el aeropuerto. Estoy convencido que las personas de su entorno que la habian convencido que  era inminente el final le habían sugerido que éste sería tan doloroso y cruel como fue el de su madre, y Susana no quería pasar por ello. Por eso sabía que su hija acortaría ese final gracias a su odio . Y también estoy convencido que no quería que la viese sufrir 

Y además, en cierto modo podría decir, que el cáncer no la habría vencido


Un año justo después de estas imágenes



































Ay mi tripita! Me duele

Ya en el aeropuerto


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