Aquí recuerdo que me emocioné tanto al verla que tardé casi cinco minutos en poder articular palabra, recibiéndola con las flores que le gustaban
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Saliendo ya en el aeropuerto |
El día de fin de año empezó con una sesión más de tratamiento en el Clínic. Teóricamente el Bevacizumab debería haber dado resultados positivos entre verano y otoño de 2017 pero el tumor, que entonces era medible en unos 6 mm no parecía ni avanzar ni retroceder. Esto era sumamente preocupante, ya que como me informó la oncóloga , los médicos preveían que el tratamiento sencillamente se volviese inefectivo durante el verano 16 y precipitase el final a finales de año. Estos temores no los compartí con Susana por que no quería preocuparla, pero tampoco por supuesto con su familia, que visiblemente y notoriamente mostraban una total indiferencia hacia su estado de salud
Reemprendimos la rutina de los tratamientos, con extracciones de sangre previas, y entre ambas el desayuno en IAIA.NITA, un local frente al Clínic ante el que quiso fotografiarse. Se volvía a sentir más abuela que nunca
Esa noche se le ocurrió que celebrásemos el fin de año 2016 en un bar llamado Obama, de Rambla Cataluña-Gran Via. Aquí yo me di cuenta de que algo raro ocurría, muy probablemente por la tensión del viaje y la decepción que le había supuesto haber hecho 17.000 kilómetros para ver a sus nietos sólo un par de horas y pasar buena parte del resto del viaje con el desinterés de su familia.
Me di cuenta que empezó a desempacar dejándolo todo por todo el piso, como si descargase así su disgusto por lo que había vivido en Colombia. Tuve que estar horas recogiéndolo todo, pero la encontré cada vez más nerviosa, sobre todo forzándose a estar sana, tratando de engañar a la enfermedad.
El citado bar Obama era un lugar tirando a desastrado; Susana incluso creyó que debíamos ponernos de punta en blanco para ir y allí tuvimos una insólita discusión de la que salí preocupado por como la encajó: Pedimos un plato de alitas de pollo (horriblemente requemadas por cierto) y nos sirvieron un plato enorme con una montaña de nachos bajo los cuales supuestamente estaban las alitas. Como éstas no aparecían, preguntamos y nos contestaron que se habían equivocado de plato. (Afortunadamente porque cenar nachos era indigesto y ridículo). Recuerdo la imagen del camarero, brazos en jarras encarándose a Susana y diciendole casi a gritos: "Ah, pero bien que se han comido los nachos!", como si fuesen una delicatessen.
Susana se enfureció por este error, y aún más por el hecho de que la prometida música en directo no empezaba hasta pasada medianoche. Además ella había reservado mesa por teléfono, y en ese bar, las mesas se adjudicaban al primero que llegaba. Me alarmó su indignación completamente fuera de tono, -pienso que era por la rabia que llevaba acumulada por el fracaso de su viaje- y acabamos pidiendo la hoja de reclamaciones. Tampoco tenían y finalmente, cerca de medianoche optamos por irnos, aunque para ser sinceros la echaron a la calle y nos pidieron que nunca volviésemos a entrar porque no seríamos bien recibidos.
Reconozco que era una situación como mínimo surrealista para pasar el fin de año, pero como ya temía que sería necesario un plan B tenia cava preparado y las uvas por lo que celebramos el fin de año 2016 en casa
Aún hoy me emocionan y me inspira mucha ternura y añoranza esos momentos que con Susana siempre eran tan movidos y atropellados pero que dejaron un recuerdo inolvidable
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Sin perder nunca la sonrisa. Mi amorito |
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