miércoles, 13 de noviembre de 2019

12 Crucero por el Mediterráneo

El 9 de enero de 2017 quise obsequiarle a Susana con un crucero por el Mediterráneo a bordo del Costa Diadema. La idea era visitar Mallorca, Roma, Savona, incluyendo Pisa y Marsella.




El camarote en la séptima cubierta justo en la proa, una caminata larguísima todos los días


La decisión del viaje la tomé para compensarla por los desplantes constantes que sufría con su familia, el último de los cuales, hacerla viajar a Colombia para ver a sus nietos por navidad y acabar viéndolos sólo unas poquísimas horas del día 24, con las consecuencias previsibles para su salud física pero también emocional.
Una de las consecuencias más insólitas y estrambóticas del mismo fue que varias personas del entorno de Susana, sospecho que animadas por los hijos, que rabiaban de cólera , empezaron a insinuarme, como ya lo habían hecho en el verano 16, que este viaje lo pagaba Susana con su dinero. Mentira y gorda. Yo ya sospechaba que parte del  dinero que ella recibió de la venta del apartamento de Pals había ido a los bolsillos de sus hijos, (y/o a otra persona) lo que me dejaba a mi en la situación de tener que mantenerla con unos ingresos mínimos, pero opté por no decir nada  para no alterarla. El viaje lo pagué yo, y no lamento haberlo hecho, ya que así podíamos estar alejados de la influencia nefasta que sobre ella ejercía su familia, pero también personas de su entorno que le eran profundamente tóxicas.

Sé que Susana fue muy feliz, fuimos muy felices, en este viaje. Fue todo lo feliz que hubiera podido ser en el caso de tener una familia normal, que la quisiera y que la aceptase, algo que ella nunca tuvo en realidad.

El viaje estuvo plagado de anécdotas de todo tipo, y fue posiblemente la semana más larga e intensa que recuerdo. Un aspecto negativo fue que por desgracia , uno de los teléfonos que llevaba me fue robado en Barcelona en junio 17 y no tenía realizada la conexión con Google Fotos por lo que parte de las fotos se perdieron pero no su recuerdo, que será imborrable e invaluable

Susana trajo para el viaje una cantidad exorbitante de maletas, hasta el punto que parecía que ibamos a dar la vuelta al mundo.

Ojalá hubiese sido así

El camarote estaba junto a la popa, por lo que las imágenes que veíamos en la webcam en los días anteriores se convirtieron en las imágenes que veíamos desde la ventana

Susana fue  muy feliz. Nunca la  habia visto tan radiante como aquellos días. Pero ahora me doy cuenta de algo que en ese momento empezaba a ser una realidad, tan temible como cierta y era un cansancio creciente que le obligaba a estar por lo menos la mitad de la jornada descansando en el camarote.

Curiosamente se producía una extraña paradoja.El hecho de que estuviera desconectada de su familia nos fue muy bien, pero eso implicaba que yo quedaba desconectado del estado de mi madre, que aunque tenía una persona todos los días,durante ese mes, y ella había aceptado el viaje... para mi sorpresa, yo no podía dejar de preocuparme del todo.

Quedó tan fatigada por la ilusión del barco que la primera noche cayó rendida nada más cenar.

La  organización del viaje se convirtió pronto en un pequeño caos. Nos había tocado un restaurante en la proa, en el otro extremo del barco, cuatro pisos por debajo de donde estábamos y cerca de cuatrocientos metros de distancia del camarote. Tras la caminata vimos que prácticamente no había ninguna organización clara de los restaurantes en función del camarote, por lo que cualquiera podía ir al que quisiera. Además, algo muy curioso era que había muchísimos camareros, todos ellos prácticamente sin hablar inglés que hacían un viaje por plato y comensal, convirtiéndose cada comida en una inacabable rúa de camareros, no pocos bastante despistados. La segunda noche por ejemplo, Susana cenó tres platos, y a mi sólo me trajeron uno, que además no era el que yo había pedido

La primera etapa del viaje era Mallorca, donde nuestro barco era el  único atracado en el puerto, ya que estábamos en temporada más que baja-.

La primera etapa fue para visitar las cuevas del Drach, con su espectáculo de música sobre barcos. Hermoso, muy muy muy hermoso

Los guías insistían en que no grabásemos el concierto, pero la belleza del mismo, de unos 12 minutos era tal que no pensabas más que en conservar en la memoria el privilegio de haberlo vivido





 
Paella en el puerto de Palma                             Catedral de Palma

Aquí, tras visitar la catedral de Palma, empecé a darme cuenta no sin una cierta inquietud que su cansancio podía ser debido más a la enfermedad que al cansancio del paseo.

Otra situación que también se dió es su capacidad de gasto que se mantenía por las nubes. Como dije, el viaje lo pagué yo, pero eso no le impedía gastar en toda clase de cosas aparentemente absurdas, e innecesarias, como dos albornoces de baño, el mío por cierto que aún lo tengo por estrenar, y el suyo, creo que fue robado de mi casa en agosto pasado por su hijo

Restaurante Florentina, que nos correspondió en suerte...
Si tenemos en cuenta que estaba exactamente
 en el otro extremo del barco, lo que era completamente absurdo



Pasando el estrecho de Bonifacio, entre Córcega (esta isla) y Cerdeña. Paseando por el barco



Después de Mallorca, tocó un día completo de navegación por el Mediterráneo hasta Roma. El tiempo se complicó terriblemente y antes de llegar a la capital italiana nos alcanzó una fuerte tormenta que nos dejó en vela toda la noche, y un mareo terrible. Ni siquiera pudimos entrar en el comedor por lo que pedimos unos huevos Benedict en el camarote, que fuimos incapaces ni siquiera de oler, pero que nos los cobraron a precio de oro

El camarote era limpiado dos veces al día por un grupo de auxiliares que parecían estar en un estado de semi esclavitud, siempre agotadas con una carga de trabajo disparatada. En nuestro camarote se ocupaban de la limpieza dos hermanas vietnamitas, una de ellas llamada Ha, y la otra también Ha, no recuerdo si con una letra o un acento distinto en su nombre. Era un poco surrealista que cada vez que necesitábamos teníamos que buscar a Ha-Ha. Susana se interesó mucho por ellas y de hecho le dimos una generosa propina, al llegar al fin del viaje que las emocionó profundamente, ya que aparentemente no era en absoluto usual que ningún pasajero reparase en ellas en ningún modo. Nos comentaron entre lágrimas que mandarían ese dinero a sus padres en Vietnam y que eso les ayudaría mucho ya que eran muy pobres ambos


Después de Roma, camino de Savona. Cena en un restaurante distinto y brindando por tenernos.. Poco importaba el caos absoluto en el servicio en el restaurante. Pedimos cava (por el precio, que cobraron aparte pudo haber sido champán y del caro) y brindamos por la vida.Lehaim!

Aquella noche sucedía algo ciertamente curioso. Era la segunda noche en el barco y quiso que fuéramos a bailar a la pista que se encontraba como se ve en la foto de la derecha siete pisos por debajo del nuestro, y a tres por debajo del nivel del mar.

Cada hora , a las en punto había músicos distintos que arrancaban y estabanen el escenario (foto izquierda) aproximadamente tres cuartos de hora, con un grupo de animadores del barco, que eran de la tripulación. Susana quiso vestirse de blanco impoluto, no estoy seguro de que hubiera algún motivo concreto y nos sentamos en la mesa que en la foto de abajo izquierda la ocupa una persona de blanco también. Llegamos a las diez menos cuarto, y tras un par de whiskies, llegó la hora de los músicos. Empezaron a tocar, y Susana ni corto ni perezoso saltó, me hizo saltar a la pista, donde no había nadie aún y nos pusimos a bailar. Ella enfrente de los músicos, como si fuese del equipo de animadoras. Al verla, éstas que se encontraban en la barra corrieron a ponerse a su lado y se sumaron al baile. De alguna manera habían tomado a Susana como parte de su equipo de animadoras, ya que ellas también iban todas de blanco. Reconozco que fue uno de esos momentos asombrosos que a veces hay en la vida, con Susana convertida en la estrella del baile, y la verdad, puedo decir que no desentonaba en absoluto como animadora.

Mi amorito.





Fue una grata sorpresa poder volver a Roma un año después del último viaje. Eso si, el tiempo fue horrible. Hizo muchísimo frío y viento, y aquí sí que Susana ya estaba manifiestamente cansada



Las colas para entrar en el Vaticano fueron larguísimas, como sus medidas de seguridad, quizá más estrictas que en el año anterior



Por segunda vez en pocos meses visitábamos Roma y
 hacíamos el ritual de la moneda de la Fontana de Trevi.
 Nunca pensé que ya no habría una tercera oportunidad
Este año si visitamos el Coliseo


Pizza romana cerca de la Fontana de Trevi.
Recuerdos muy hermosos
La organización de la excursión a Roma fue profundamente caótica, quizá muy romana. Pero la llegada al barco fue mucho peor. El control de seguridad para entrar se hizo en el muelle, bajo el viento y la lluvia en lugar de hacerlo como en otras ocasiones en el interior de la nave. Fue una entrada tan desordenada que a mí me robaron un portamonedas con mis llaves, algo de dinero y un USB con datos importantes que siempre llevaba encima. Me llamó la atención que aunque presenté mi denuncia inmediatamente no me hicieron el menor caso, e incluso , como comprobé el último día gracias a una auxiliar peruana que me atendió, ni siquiera se tomaron la molestia de consignar la denuncia por si alguien lo devolvía

La siguiente etapa fue Pisa, para visitar la Torre Inclinada.

La ciudad portuaria era tan poco hermosa como la del puerto de Roma Civitavecchia, La Spezia. Además era un poco desconcertante, quizá por motivos de calado del barco, que no desembarcásemos en Livorno y en su lugar lo hiciéramos en La Spezia.  Ésta estaba algo más lejos de Pisa, lo que obligó a salir muy pronto hacia la ciudad, también con muchísimo frío y con Susana, para mi desespero, ya que había traído maletas como para dar la vuelta al mundo, no había traído un abrigo suficiente para ese día.

Cuando llegamos por fin a Pisa, el autobús nos dejó en un parking que estaba al otro extremo de la ciudad, trayecto que tuvimos que hacer andando y con frio y niebla. Cuando llegamos a la zona de Pisa donde está la torre inclinada, nos quedó unícamente una media hora de tiempo, plazo que se redujo notablemente ya que yo tuve que comprarle a Susana un abrigo para que pudiese soportar el frio, y ella fiel a su tradición de probárselo todo en todas las tiendas estuvo un buen rato probando y probando, hasta que yo decidí por ella y acabé comprando el que sería uno de sus abrigos favoritos, color ocre, que aunque le iba un poco grande, le abrigaba del todo -y era el más caro de la tienda por cierto-....

Pero finalmente llegamos a la Torre, hicimos la oportuna foto y compramos varias torres de recuerdo.

Fue un viaje tan fugaz que siempre comentamos que era demasiado breve para poderlo disfrutar. Creíamos que habría una nueva oportunidad, pero no fue asi

Después de Pisa, otra vez corriendo a la estación de autobuses y viaje hasta Florencia. Y allí otro pequeño caos. La lluvia ya era intensa, el frío más, y el autobús nos dejó en un extremo de la ciudad y tuvimos que ir andando hasta la catedral de Florencia. Es hermosa, e impresionante, pero verla y disfrutarla con un paraguas en una mano conteniendo lluvia y viento , el  teléfono en otra para fotografiarlo todo, un ojo pendiente de Susana que mostraba signos de cansancio y en el oido el auricular que la guía nos había entregado para que siguiesemos sus explicaciones, fue realmente agotador,

La guía parecía querer mostrar la ciudad a toda velocidad. Progresivamente su voz se fue alejando hasta que la perdimos definitivamente. Susana tuvo que parar en una farmacia por un alarmante dolor de cabeza y tratar de explicar lo que le ocurría en un inglés no entendido y respondido en un italiano que a duras penas cazábamos, Nos quedamos a medio camino tomando un bistec florentino, muy rico, pero con la sensación de que esa excursión era poco menos que fallida.

Nos habíamos citado poco después con el resto del grupo en la plaza Dante Aliguieri, donde no estaba el autobús, para ir a pie hasta el lugar donde estaba aparcado... otra caminata bajo la lluvia. Recuerdo que llegamos los últimos y nos empezaron a abuchear por no haber corrido lo suficiente. Los mandé literalmente a la mierda, muy enfadado por su mala educación.  Otra caminata, y vimos-  de lejos- el puente Vecchio de Florencia, sólo unos segundos hasta volver al autocar y de allí al barco

Una de las cosas que llamaba la atención de este crucero era que la gente no brillaba precisamente por su educación. Muchos eran ostentóreamente ricos que alardeaban de ello casi con desdén, produciéndose escenas bastante curiosas, como en el desayuno, que era buffet libre y donde la gente comía con una desesperación casi cómica llenándose las bandejas y repitiendo una y otra vez, tragando y tragando

Después de La Spezia, al día siguiente, ya no quisimos más excursiones disparatadas. Yo temí que Susana se apuntase en la próxima etapa a la excursión a Mónaco, por su fascinación por las familias reales, pero afortunadamente no fue así.

La siguiente etapa fue Savona

Es una ciudad muy curiosa y diminuta, con un puerto apto para cruceros que está en la misma ciudad.

YA estábamos un poco espesos por todo, por lo que compramos un buen montón de cosas en la tienda de souvenirs del puerto. A la salida, Susana quiso cruzar la calle pero no por donde correspondía y antes de que cambiase el semáforo. Se cayó cuando los coches ya arrancaban y tuve un susto de muerte. Creo que me asusté yo más que ella. La ayudé a recuperar la respiración en un banco de la calle y cuando nos pusimos en marcha, yo estaba tan sumamente espeso por el susto que no encontré la bolsa con lo que habíamos comprado... Volvimos a la tienda y lo recompré todo. A la salida Susana, que llevaba y yo también un buen montón de bolsas una dentro de la otra, nos dimos cuenta que había metido la primera bolsa de recuerdos dentro de otra por lo que de Savona tuvimos todos los souvenirs repetidos.

Comimos una pasta muy agradable en una taberna típica del centro de la minúscula población, y después regresamos al barco, ya con el susto digerido, o más o menos.





El último día tocaba Marsella.

Hay que reconocer que no es una ciudad muy hermosay menos su puerto, ya que los cruceros desembarcan en el puerto de mercancías, con glamour cero. En la ciudad tomamos un taxi, desproporcionadamente caro porque nos dió todas las vueltas que quiso por la ciudad, hasta llegar a la basílica de Notre Dame de la Garde. Aquí, tiempo justo de observar la impresionante vista de la ciudad, que incluía la isla donde estaba el castillo de If, donde era encerrado Edmundo Dantés, el conde de Montecristo, y regreso a la ciudad, donde comimos en un bar típico del puerto, y de allí al barco.

A estas alturas ya estábamos francamente cansados por tanto ajetreo, y también porque no decirlo por el desconcierto de hacer excursiones un tanto enloquecidas y no disfrutar del barco y descansar,.

Ese último día por cierto conocimos a una pareja que nos comentó que hacía el trayecto por partida doble. La primera semana todas las excursiones diarias y la segunda estrictamente para descansar y disfrutar del barco,

Además yo estaba crecientemente preocupado por el coste que se me avecinaba por el viaje, que adicionalmente a lo que estaba pagado, había que añadir una cantidad disparatada de gastos extras, como un internet carísimo, un teléfono carísimo que yo usaba para asegurarme que mi madre se encontraba bien, y también unas bebidas, que por un misterioso azar, pese a estar pagadas por mi antes de subir al barco, me las volvieron a cobrar todas

No me arrepiento, pero reconozco que pese a que Susana era feliz con todo ello, gracias sobre todo a la desconexión de su familia, que en ningún momento se preocupó por como iba el viaje, afortunadamente, yo sentía un creciente nerviosismo por el impacto económico que me suponía tratar de dar a Susana toda la felicidad posible en su enfermedad. Quizá eso no fue tan buena idea como parecía, No sé. Quizá por eso no lo disfruté tanto como habría querido

Curiosamente, todos los´días del viaje pude hablar perfectamente, alto y claro con mi madre, pero el ´último día, tras entrar en las aguas españolas fue completamente imposible, lo que le provocó a ella un nerviosismo y ansiedad crecientes.

LA llegada fue un completo y asombroso caos. Nos citaron en un salón de actos en la quinta planta en medio del barco, y allí nos sugirieron llevar las maletas a un gaurdamaletas que estaba en el otro extremo del barco. Yo deduje, erróneamente que de allí alguien se encargaría de bajarlas al puerto. Craso error. Tras dejarlas en el guardamaletas de proa, teníamos que regresar a por ellas,supuestamente de manera ordenada y ir con ellas cargándolas hasta la salida que nos correspondía, en popa. Susana llegó a ese punto casi llorando de cansancio, y rodeada de personal del barco que se mantuvo en todo momento indiferente a los esfuerzos que hacía (mos) sobre todo yo, cargando cuatro grandes maletas cargadas hasta los topes. A mitad del barco intuí una puerta abierta y por allí salimos. Afortunadamente allí encontramos una empresa, Bags and Go nos ofrecía la posibilidad de llevar las maletas a casa, no por un precio económico precisamente

Fue un viaje hermoso, pero que ojalá hubiéramos podido repetir sin los errores que habíamos cometido para disfrutar más del barco. Pero no pudo ser. Pero valió la pena

Gracias Amorito


























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